Escrito por Luis Roca Jusmet
Pierre Hadot nos recuerda que la
filosofía, entendida como forma de vida, es una educación para adultos. Su
problema central, planteado desde Sócrates es ¿ Cómo vivir”. Es una pregunta
que se hace el adulto cuando quiere vivir de otra manera, no siguiendo lo que
marca la norma. Otra manera quiere decir de una
manera verdadera, desde un perfeccionamiento ético, superando los límites del
propio yo, abriéndose a lo Universal de la Humanidad y el cosmos. Michel
Foucault acaba reivindicando aquello a lo que nos invitaba Kant, en el siglo
XVIII, en su texto ¿ Qué es la ilustración?. Lo
recupera justamente para
reivindicar al sujeto capaz de autorizarse a sí mismo, que superar su minoría
de edad y que ya no necesita un guía espiritual.
Vemos, en definitiva, como estos dos filósofos contemporáneos, desde
formaciones y referencias diferentes, nos invitan a construirnos como sujetos
éticos y a vivir una verdadera vida. Lo cual no deja de ser una alternativa,
desde la profundidad y la apuesta por la libertad que hace el trabajo
filosófico, a las soluciones fáciles del mercado de la autoayuda y a las
ilusiones neoliberales de entender la vida como una empresa. Ya que, como dijo, el gran
filósofo Baruch Spinoza : “Si la vía que, según he mostrado, conduce a este
logro parece muy ardua, es posible hallarla, sin embargo. Y arduo es,
ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra. En efecto: si la
salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran
trabajo, ¿ cómo podría suceder que casi todos la desdeñan ? Pero todo lo
excelso es tan difícil como raro”.
Pero lo que resulta interesante es que también
lo que François Jullien aporta a este debate entre Pierre Hadot y Michel
Foucault. Lo cierto es que será Foucault quién se acercará a Hadot cuando da un
giro a principios de los ochenta y se interesa por lo que puede aportar la
filosofía antigua ( sobre todo las escuelas helenístico-romanas) pueden aportar
a su teoría de la subjetivación y a la posibilidad de construirnos como sujetos
éticos. Se interesará por la visión de Hadot del sentido originario de la
filosofía como ejercicio espiritual o forma de vida. Se iniciará entre ellos
una breve relación pero la muerte prematura e inesperada de Foucault malogrará
el diálogo. Pierre Hadot dejará clara sus acuerdos y desacuerdos con Foucault , aunque lo que acaba
dejando de manifiesto son, sobre todo, las diferencias. Hubiera sido interesante saber la respuesta de Foucault y, ya que no
pudo hacerlo, podemos imaginar por dónde hubieran ido . Pero lo que nos sugiere François Jullien, aunque lo aplique en otro
contexto ( Grecia-Europa en relación con China), que es la de sustituir la
noción de diferencia por la de distancia.
No se trata entonces de comparar un planteamiento con otro (y que nos conduce siempre a la diferencia)
sino buscar la posibilidad de establecer puentes desde la distancia. Pierre
Hadot y Michel Foucault presentan dos trayectorias totalmente paralelas en las
que no hay convergencia posible ( Roca Jusmet, 2017: 19-49). La salida es,
entonces, buscar puentes que puedan complementarlas, en lugar de dejarlas
separadas o forzar encuentros artificiosos. El puente puede establecerse a
partir del tratamiento de lo Universal que plantea Hadot y el de lo singular
que formula Foucault. Abrirse a lo Universal significa salir de los límites del
yo narcisista para abrirse a la Humanidad, que es lo común con el resto de
humanos y una perspectiva cósmica en la que nos sentimos parte del Cosmos.
Cuando Michel Foucault plantea la necesidad de llevar una estética de la
existencia, de hacer de la propia vida una obra de arte no lo hace para
desarrollar este yo narcisista que cuestiona Hadot. Por el contrario, lo que
plantea Foucault es potenciar la parte más singular, más propia, para desde
ella abrirse a los otros y, porqué no, también al Cosmos.
La segunda aportación que realiza François
Jullien es la de conceptualizar esta vida construida desde el sujeto ético como
“una vida verdadera”. Esta noción de “vida verdadera” podemos considerar que
está implícita en Pierre Hadot, ya que para él lo que hace la filosofía es una
conversión , es decir una transformación del sujeto por
la verdad que repercute en la manera de percibir, de desear, de pensar y de
actuar, es decir de vivir. Todo ello lo concreta de forma magistral en su
estudio de Marco Aurelio, que sería un paradigma de “vida verdadera”. En el caso de Michel Foucault su conceptualización de “vida verdadera”
aparece en su último curso del Collège de France.“El coraje de la verdad. El
gobierno de sí y de los otros”. Aquí es donde Michel Foucault
continúa trabajando el tema de la parrhesia y desplaza su interés de los
estoicos a los cínicos. Aquí habla de una vida verdadera en este mundo de
acuerdo con una verdad ética elegida. A diferencia del cristianismo, es un
ascetismo que no promete otro mundo ni se basa en la obediencia. Es una ascesis
que invita a la construcción de sí como sujeto de una vida verdadera, es decir,
en conformidad con la alteridad de un mundo que se va construyendo en la
ruptura y la transgresión, contra los mecanismos de normalización.
Lo que aporta es una conceptualización no
sobre el tipo de prácticas o de ejercicios sino de su consecuencia de llevarlas
a cabo.. Digo consecuencia y no resultado recogiendo la diferencia que
establece Jullien entre la planificación tal como se entiende en Europa y lo
que surge del proceso de transformaciones silenciosas tal como se plantea en
China. Defiende aquí, por tanto, la idea de eficacia tal como se plantea desde
la tradición de la sabiduría china. François Jullien quiere llegar a un momento de concluir, después
del instante de ver lo que se pensaba en China y del tiempo de comprender sobre
lo que puede ser esta verdadera vida, de inicialmente llamó “vivir existiendo” y luego “una segunda vida” . Integra igualmente su
conceptualización de la des-coincidencia (2018), que le lleva a entender este
vivir existiendo como un vivir en la contradicción, en un proceso abierto que
nunca es igual a sí mismo, en el que siempre hay una tensión de opuestos que
equilibrar. Es un decir no a la inercia, a la rutina, “al ir tirando”, la vida
banal.. No se trata entonces de aspirar a otra vida idealizada, no es perderse
en ilusiones ni buscar momentos extraordinarios. La vida puede
ser otra desde el realismo, desde la singularidad del individuo y una ética que
nos lleve a una vida digna de ser vivida. No es propiamente una conversión (
aquí se distancia totalmente de Hadot y algo de Foucault), sino el darse cuenta
de que frente a nuestra vida normalizada se abre la posibilidad de otra vida
más propia ( aquí se reencuentra con Foucault). Aparece entonces la
des-coincidencia con la vida que vivimos y se abre una alternativa, que vamos
sacando de nuestra experiencia más propia y que tampoco podemos identificar con
la sabiduría, ni con una vida buena, bella y feliz ( distancia de Hadot). Se
trata de experimentar que nuestra vida no es una vida perdida, que es una vida
realizada, que no es una vida alienada, sino que, mejor o peor, es nuestra
vida. No es algo que conseguimos, sino un querer, un procurar vivir, un
mantenernos a flote, un no renunciar, de mantener el combate. Quizás el mejor
final sea el recuerdo de lo que dijo Antonio Machado : “Caminante no hay
camino, se hace camino al andar…” Este caminante que no acepta que le digan por
donde debe ir, es quizás el que se va construyendo como sujeto ético y es capaz
de experimentar “una verdadera vida”.