miércoles, 15 de enero de 2020

COMENTARIO A LA LECTURA CRÍTICA DE CAMILO RÍOS

  
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 En este post voy a comentar las críticas que Camilo Ríos me hace en su reseña, que agradezco profundamente por el rigor de la lectura, por sus elogios y por sus críticas.

I. De manera generosa, Luis Roca Jusmet, autor de Ejercicios espirituales para materialistas… me invitó a leer su libro bajo un pacto parresiástico. Nuestro encuentro fue orquestado a partir del azar algorítmico de las redes sociales. Nunca nos hemos visto y ni siquiera conocemos nuestras voces. Considero que estas condiciones son más que propicias para este ejercicio de confianza beckettiana. A continuación, una versión revisada de una serie de comentarios personales que en un primer momento hicieron parte de un correo electrónico. Ninguno de estos comentarios debe tomarse como nada diferente a una lectura personal del texto de Roca J. I. Leí casi de un tirón el libro, que me resulta una contribución interesante para un campo que sigue sin ser encarado de manera contundentemente frontal como es el último período de Foucault en relación a una lectura política de sus planteamientos más éticos. En ese sentido, me resulta espcialmente estimulante, aun cuando la lectura que yo mismo llevo adelante de este mismo corpus implica desanclarla de la hipótesis de la relación Subjetividad-Verdad y hacer foco en la idea de práctica (en un sentido amplio). En esa línea, el diálogo entre Hadot y Foucault es necesario, pertinente y urgente de continuar de manera mucho más detallada. El libro de Roca J. marca un primer paso en esa dirección. Hay en el libro, sin embargo, muchísimos errores pequeños de redacción y de tipeo que, por momentos, lograron entorpecer mi lectura. Además, aquí y allá se pueden identificar imprecisiones cronológicas y descuidos de coherencia que dan la impresión general de que el libro es una reunión de textos no del todo cohesionados, tal vez escritos en períodos diferentes y sobre los cuales faltaría un trabajo de edición que unificara su estilo y alivianara en redundancias, repeticiones y contradicciones internas. Por ejemplo, en el primer capítulo dice que el curso que siguió a "Del gobierno de los vivos" es "La hermenéutica del sujeto", cuando sabemos que en medio de estos dos cursos hubo uno titulado "Subjetividad y verdad", cosa que está correctamente señalada en el tercer capítulo del libro de Roca. Por otro lado, aunque pueda tratarse simplemente de un posicionamiento estratégico por parte del autor, algunas aseveraciones respecto de odios y/o amores políticos o teóricos de Foucault no son del todo precisos (en cualquier caso, no se explicita si se trata de un dato rescatado de alguna biografía o si se trata de una conclusión propia). En esa misma línea, es un error sostener que Foucault no aprende griego y/o latín, cuando él mismo presenta en sus cursos traducciones propias de los textos originales tras expresar su inconformidad ante las disponibles. Finalmente, sostener que Hadot es más “meticuloso” que Foucault en términos metodológicos es un fallido simultáneamente metodológico y epistemológico. Esta aseveración arrastra consigo una falta de entendimiento del método de Foucault y/o una lectura ortodoxa del mismo. En todo caso, ambas -las erratas formales y los errores informados- son cuestiones menores y pueden, con cierto esfuerzo, hacerse a un lado. 
Comentario :  Las críticas a los errores formales son correctos, aunque como el mismo dice, son menores. La falta de tiempo para corregir una y otra vez los errores ha sido un mal aliado. Respecto a la cuestión más relevante, que sería que "Hadot es más meticuloso que Foucault" me refería estrictamente a la cuestión del conocimiento del griego y el latín y no a cuestiones metodológicas y epistemológicas de más calado". es una crítica pública que le hace Hadot a Foucault, que doy por buena. Hadot estudió muchos años griego y latín. Foucault podía conocer algunos términos sobre los que profundizó ( quizás con la ayuda de algún amigo suyo helenista) y al mismo tiempo conocer superficialmente ambas lenguas.

II. El hecho de introducir la lectura barajando ágilmente entre Hadot y Foucault le da un movimiento interesante al libro, que lo aleja del esperado esquema que presentaría primero a uno, luego al otro, y al final una serie de comparaciones y deducciones; o, en todo caso, enmarca los capítulos centrales en ese ambiente de diálogo y co-referencialidad. Gracias a esa estructura, resulta posible deslizar, como lo hace el autor, interesantes hipótesis respecto de puntos de encuentro, influencias y lecturas compartidas así sea de manera oblicua. Sin embargo, al proponer de manera reiterada una “radical” diferencia entre Hadot y Foucault, me queda una sospecha respecto de la consecuencia estratégica que esto implica. Personalmenrte me debato entre considerar que, o bien no existe ninguna diferencia, o bien que se trata de un falso debate. En cualquier caso, se trataría más bien, desde mi lectura, de una distancia epistemológica (o gnoseológica): hacen parte de una misma generación, y usan algunas veces las mismas palabras, pero sus procesos de conceptualización son incompatibles. Así uno reconozca la genialidad del otro, y éste use como fuente a aquel, tal puente no logra dejarlos a los dos en un mismo continente. En el libro de Roca J. no está suficientemente alcarada esta diferencia, por lo cual quedan habilitadas comparaciones que oscurecen más de lo que aclaran y que no nos salvan de una esquematización dualista exclusiva y exclueyente que, además, juega en contra -en términos puramente gnoseológicos- de cualquier pretensión de reconciliación o de juntura dialógicamente entre las (así producidas) antípodas. Ya he aclarado, en todo caso, que este affaire me resulta por demás interesante y necesario de explorar; simplemente señalo que, de hacerse, requiere una sutileza mucho mayor. Por eso me parece, por momentos, que el texto se encierra a sí mismo en un callejón sin salida: pareciera ineludible reponer monumentales contenidos (todo lo que Hadot hace con los antiguos, o lo que hace Foucault en "La hermenéutica del sujeto"), pero el riesgo es caer en una repetición puramente enunciativa o en una paráfrasis hiper-pedagógica. Al tratarse de una tarea realmente difícil, el libro por momentos cae en una simplificación o bien de los planeamientos de los antiguos, o bien de las lecturas que de ellos hacen tanto Hadot como Foucault (reiterémoslo, ambas de complejidad remarcable y cada una edificada sobre premisas metodológicas y gnoseológicas diferentes). Así, parece un impasse que presenta dos soluciones igualmente fatuas: hacer un gigantesco libro donde se le de a cada tema la profundidad y extensión que merecería, o hacer un libro casi exclusivamente para especialistas, que terminaría siendo con mucha suerte apenas un artículo corto en el que sólo se proponen algunas hipótesis (como algunas de las que se pueden rescatar al final del libro). Encontrarme con este tipo de impasse en trabajos más o menos cercanos al área de mi interés es importante para seguir trabajando sobre una manera de resolver tal paradoja escritural sin terminar generando una sobre-simplificación de los contenidos sustantivos de la filosofía antigua, por ejemplo, pero procurando al mismo tiempo desarrollar un argumento sólido que se sostenga de manera coherente. Se trata de un ejercicio de equilibrista. 

 Comentario : no acabo de entender porque crítica que hable de diferencias radicales cuano C. Ríos plantea que lo que hay son diferentes conceptualizaciones. También debería explicitar a qué se refiere cuando habla de comparaciones entre ambos que oscurecen más que acalaran. Lo mismos que cuando alude a simplificaciones de la filosofía antigua.

martes, 14 de enero de 2020

DES-ENCUENTROS ESPIRITUALES, ENTRE HELENISMO Y GENEALOGÍA CRÍTICA DEL PRESENTE RESEÑA DE: ROCA JUSMET, LUIS. (2017). EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA MATERIALISTAS. EL DIÁLOGO (IM)POSIBLE ENTRE PIERRE HADOT Y MICHEL FOUCAULT

 



http://www.revista.diferencias.com.ar/index.php/diferencias/article/view/184/113

Aparecido en DIFERENCIA(S). 

Revista de teoría social contemporánea. SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA

Escrito por Camilo Ríos

Sociólogo (2008, Universidad Nacional de Colombia). Magister en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural (2013, Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín -IDAES/UNSAM). Becario Doctoral (2014-2019, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -CONICET). Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales (2014-, Facultad de Ciencias Sociales, UBA). Ha investigado extensivamente a propósito los http://www.revista.diferencias.com.ar/index.php/diferencias/article/view/184/113procesos de subjetivación en las sociedades de control. Actualmente, en el marco de su proyecto doctoral, investiga a propósito de la dimensión política de la noción de ‘estética de la existencia’ en Michel Foucault, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Peter Sloterdijk, Giorgio Agamben y Michel Onfray. Correo electrónico: cerrsociologicus@gmail.com Articulo 

  I. De manera generosa, Luis Roca Jusmet, autor de Ejercicios espirituales para materialistas… me invitó a leer su libro bajo un pacto parresiástico. Nuestro encuentro fue orquestado a partir del azar algorítmico de las redes sociales. Nunca nos hemos visto y ni siquiera conocemos nuestras voces. Considero que estas condiciones son más que propicias para este ejercicio de confianza beckettiana. A continuación, una versión revisada de una serie de comentarios personales que en un primer momento hicieron parte de un correo electrónico. Ninguno de estos comentarios debe tomarse como nada diferente a una lectura personal del texto de Roca J. I. Leí casi de un tirón el libro, que me resulta una contribución interesante para un campo que sigue sin ser encarado de manera contundentemente frontal como es el último período de Foucault en relación a una lectura política de sus planteamientos más éticos. En ese sentido, me resulta espcialmente estimulante, aun cuando la lectura que yo mismo llevo adelante de este mismo corpus implica desanclarla de la hipótesis de la relación Subjetividad-Verdad y hacer foco en la idea de práctica (en un sentido amplio). En esa línea, el diálogo entre Hadot y Foucault es necesario, pertinente y urgente de continuar de manera mucho más detallada. El libro de Roca J. marca un primer paso en esa dirección. Hay en el libro, sin embargo, muchísimos errores pequeños de redacción y de tipeo que, por momentos, lograron entorpecer mi lectura. Además, aquí y allá se pueden identificar imprecisiones cronológicas y descuidos de coherencia que dan la impresión general de que el libro es una reunión de textos no del todo cohesionados, tal vez escritos en períodos diferentes y sobre los cuales faltaría un trabajo de edición que unificara su estilo y alivianara en redundancias, repeticiones y contradicciones internas. Por ejemplo, en el primer capítulo dice que el curso que siguió a "Del gobierno de los vivos" es "La hermenéutica del sujeto", cuando sabemos que en medio de estos dos cursos hubo uno titulado "Subjetividad y verdad", cosa que está correctamente señalada en el tercer capítulo del libro de Roca. Por otro lado, aunque pueda tratarse simplemente de un posicionamiento estratégico por parte del autor, algunas aseveraciones respecto de odios y/o amores políticos o teóricos de Foucault no son del todo precisos (en cualquier caso, no se explicita si se trata de un dato rescatado de alguna biografía o si se trata de una conclusión propia). En esa misma línea, es un error sostener que Foucault no aprende griego y/o latín, cuando él mismo presenta en sus cursos traducciones propias de los textos origianles tras expresar su inconformidad ante las disponibles. Finalmente, sostener que Hadot es más “meticuloso” que Foucault en términos metodológicos es un fallido simultáneamente metodológico y epistemológico. Esta aseveración arrastra consigo una falta de entendimiento del método de Foucault y/o una lectura ortodoxa del mismo. En todo caso, ambas -las erratas formales y los errores informados- son cuestiones menores y pueden, con cierto esfuerzo, hacerse a un lado. 

domingo, 12 de enero de 2020

RESEÑA DE JAVIER GALLEGO EN EL BLOG "PROFUNDAMENTE SUPERFICIAL"


 Publicado en el blog de Javier Gallego " Profundamente superficial"
 Rechazaba Sócrates la escritura, ese pharmakos de la memoria, porque parecía propiciar un diálogo con los muertos. Un falso diálogo porque éstos no pueden replicar. Luis Roca Jusmet intenta aquí una vuelta de tuerca más. La idea de enfrentar a estos dos pensadores es todo un acierto en la medida en la que comparten una visión de la práctica filosófica muy afín, por mucho que sus planteamientos filosóficos, políticos y vitales difieran sustancialmente. Ambos defienden la actitud del filósofo como una práctica, más que como un conjunto dogmático, cerrado, coherente y estructurado. La filosofía como un arte de vida y no como un discurso es lo que Hadot (re)descubre en la filosofía grecolatina. Los escritos que nos han legado, por ejemplo, Marco Aurelio, no son sino anotaciones (hypomnemata) para hacer vivir la vida, como instrucciones para la práctica, en lugar de un manual filosófico parecido a lo que estamos acostumbrados a ver ahora.
     Se enfrentan una erudición extensísima en Hadot con un olfato finísimo en Foucault. Ambos pertenecen al ámbito académico y comparten una posición algo outsider. Luis Roca Jusmet también los conecta con la tradición de meditación oriental y la práctica de artes marciales. Comienza situándolos en su contexto, recalcando los puntos de contacto, en sintonía con el importante estudio de Moreno Pestaña (Convirtiéndose en Foucault). En el capítulo primero se presentan sucintamente las biografías paralelas y las conexiones entre ambos. Parten de tradiciones filosóficas distintas, la escolástica, para Hadot; Hyppolite, Blanchot, Bataille, Canguihem para Foucault. Ambos Nietzsche y Heidegger (la vida como obra de arte, como técnica). Cuando Foucault empieza a abandonar su concepción de sujeto “únicamente como el efecto de unas relaciones de poder y de unos campos del saber” (p. 33) es cuando empieza a interesarse por Hadot. En ese proyecto, los filósofos son destrozados por Foucault para usarlos como herramientas. Da igual el objetivo y el sentido global de la filosofía de éstos. Utiliza la genealogía, que huye de la sistematización, es heterogénea, pretendiendo interpelar al pasado desde el presente, lo que disgusta, no sólo a Hadot, también a muchos historiadores. Hadot, por el contrario, da una importancia extrema a encontrar el sentido originario de las palabras de los filósofos y rechaza la tendencia a entender a los filósofos como si fueran escritos actuales (Ej. El velo de Isis). Pierre Hadot es un filólogo y pretende mantener la fidelidad al autor. Hadot es un sabio, Foucault, un crítico, un guerrero.
     En el capítulo segundo se da un repaso a la filosofía de Hadot. Lo que aprende y enseña Hadot es “no se trata de decir cómo pensar bien, sino de enseñar a pensar bien a través de los propios razonamientos” (p. 51). La filosofía como conversión que, como demuestra, no es un concepto religioso, sino filosófico. Se trata de aprender a vivir, mediante la meditación, la autodisciplina, aprender a mirar. Una disciplina del juicio, el deseo y la acción, que aprende de Marco Aurelio. La idea, un poco de Freud sobre Miguel Ángel, dejar que del mármol salga la estatua. Ahora, se lamenta Hadot, no hay filósofos, hay profesores de filosofía.
     En el tercer capítulo se da un repaso a la última parte del pensamiento de Foucault, después del cuestionamiento del sujeto y del marxismo, a través de los caminos abiertos con el concepto de biopolítica y cuidado de sí. Ahora pretende la práctica de la libertad, y se enfrenta a la desconfianza hacia los placeres –en especial, los sexuales–, y del cuerpo de principios del cristianismo, cuando este acaba siendo relacionado con decir la verdad sobre uno mismo. El ocuparse de uno mismo aparecerá como algo inmoral en los primeros tiempos del cristianismo (p. 79). Foucault se pregunta: “¿Qué es ser libre? Ser libre significa no ser esclavo ni de uno mismo ni de los otros” (p. 81) y, en general, “emancipación quiere decir que todos y cada cual podemos vivir como queremos, mientras respetemos la libertad del otro” (p. 144). Hay que entrenarse en la askesis (del cuerpo y la mente); la vista desde lo alto, el análisis de las representaciones, el autoexamen, controlar las representaciones mentales. Los ejercicios espirituales o tecnologías del yo serían: lectura, escritura (cuaderno de notas, o hypomnemata), examen de conciencia, vivir el presente y contemplarían también ejercicios corporales y visión global. Muy importante es la parrêsïa, esto es, la libertad de palabra y la praemeditatio malorum –ponerse en lo peor–. Y el chikung, o ejercicios de respiración. Foucault no busca aislarse (que recordamos es lo que diferenciaba para Weber la ascesis oriental de la calvinista), sino establecer una buena relación con el otro, a través del gobierno de nosotros mismos. Foucault piensa la democracia como un juego individual, no como una experiencia colectiva. Hadot es más moral. Gobernarse a sí mismo, esa enseñanza de las escuelas helenísticas sirve a Foucault para dar una alternativa –terrenal y corporal– al gobierno del Estado y sus instituciones.
     La tercera dedica al diálogo (im)posible entre ambos a pesar de ver en la filosofía antigua no un discurso, sino una forma de vida, una terapéutica. Sin embargo, hay desacuerdos en la metodología. Foucault, muy caótico. Hadot es muy meticuloso y considera que Foucault se equivoca cuando quiere ver en la filosofía antigua “una forma de subjetividad, una propuesta de estética de la existencia y una ética del placer” (p. 102). Piensa que es anacrónica esa pretensión. En este sentido, Hadot es neoplatónico y pitagórico, aspirando al sentimiento oceánico. Foucault, sospecha Luis Roca Jusmet, haría de Hadot una “biblioteca secundaria”, como hizo con el uso del término “ejercicios espirituales”. La aportación que Hadot hace de éstos los aleja del aroma religioso ignaciano, convirtiéndolos en una especie de “entrenamiento” de la mente (y del cuerpo, añadirá Foucault) para filosofía. Foucault los recoge y amplía a partir de su investigación sobre los regímenes de verdad en su inacabada Historia de la sexualidad, en especial en El cuidado de si, utilizándolo desde su visión de la filosofía como una caja de herramientas. Los acaba asimilando a las tecnologías del yo. Si el cínico plantea un combate, y el estoico, la conformidad, Foucault es cínico y Hadot, estoico. Por la ambigüedad que Foucault ofrece sobre ciertos temas, Hadot lo acusa de dandismo.
     En el epílogo, Luis Roca Jusmet se apoya con la perspectiva de Felipe Martínez Marzoa. Pare este filósofo, el conocer no determina el hacer. El proyecto de Hadot es imposible, no se puede vivir como un antiguo –se correría el riesgo, además, de no ser un filósofo sino un profesor de filosofía–. Foucault se coloca en la tardomodernidad, crítica con el proyecto de la modernidad, pero no como Hadot, quien reivindica desde lo antiguo. Vivir como los antiguos es aspirar a vivir en la serenidad. Foucault aspira, como Nietzsche, a vivir el dolor y el placer, la suya es la actitud de un profeta.
     Roca Jusmet plantea estos materiales con la esperanza de utilizarlos, a su vez, como un estilo de vida, como un análisis necesario para estar en el mundo, compaginando el estudio con la praxis, dando sentido totalmente al materialismo de estos ejercicios filosóficos. En este camino, las neurociencias están aportando matices importantes a lo que era el simple conductismo, que eliminaba la conciencia como un constructo innecesario. El materialismo que sabe que son las condiciones materiales y los hábitos los que determinan la conciencia y no el pensamiento quien guía la acción. Aprovechando el juego de palabras, el habitus sí hace al monje, un mal habitus es susceptible de entrenarse para alcanzar el camino recto de la flecha en el blanco.
Podemos pensar entonces, con Foucault, en unos ejercicios espirituales para materialistas que serían, en definitiva, los que nos permiten apostar por la vida, desde el escepticismo, sin caer en el nihilismo. Vivir con serenidad, ser capaces de estar a la altura de las circunstancias, aprendiendo de la vida y haciendo de ella, como decía Foucault, una obra de arte (p. 126)

domingo, 5 de enero de 2020

LA BUENA ACCESIS

 Sobre el libro “Ejercicios espirituales para materialistas” de Luis Roca Jusmet



 Escrito por Javier Peteiro


( aparecido en su blog Cerca de Leitio

https://javierpeteirocartelle.blogspot.com.es/

¿Para qué sirve la Filosofía? Ésta es una pregunta que cualquier persona sensata despreciaría. O quizá no, porque, aunque generalmente supone un sentido pragmático en el orden comparativo con el estudio de oficios o carreras para labrarse un porvenir, es legítimo plantearla porque podría servir para lo más importante, para vivir humanamente.

Hay dos modos básicos y complementarios de entender la Filosofía. Es bueno pensar por uno mismo sobre lo que a cada cual le afecta y eso, en cierto modo, es ya un ejercicio filosófico, pero es mejor hacerlo ayudado por otros que lo han hecho a lo largo de la Historia.

Podría decirse que la Filosofía nos sirve para vivir, aunque no podamos vivir de ella. Y les ha servido a otros. Hay grandes filósofos contemporáneos que han pensado y que lo han hecho apoyándose en lo que ya pensaron otros mucho más anteriores. Dos de ellos sostienen el libro aquí reseñado. Se trata de Pierre Hadot y de Michel Foucault.
Los “ejercicios espirituales” de Hadot y el “cuidado de sí” de Foucault muestran consonancias en lo que respecta a un objetivo principal, ayudar a vivir.

Luis Roca Jusmet hace una amena revisión de estos dos filósofos, que incluye también el repaso de otros grandes como Kant, Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein… y, sobre todo, los antiguos, esos sobre los que muestra los acuerdos y disonancias que se dieron entre Hadot y Foucault a la hora de leerlos.

Los “ejercicios espirituales” de Hadot tienen en cuenta a los estoicos, epicúreos y cínicos. Es probable (no lo he visto en el texto) que esa expresión la haya tomado Hadot a raíz de su inicial impregnación cristiana. Fue San Ignacio de Loyola quien formuló esa práctica como forma de reflexión, bien distinta a la que aquí se plantea, mirada al más allá más bien que a una vida como puede ser concebida sin la referencia a lo trascendente.

El título del libro nos previene; se trata de ejercicios espirituales para materialistas. Un enunciado que en sí ya hace reflexionar, porque con demasiada frecuencia se plantea una dicotomía entre espíritu y materia que cada vez parece más discutible.

Pero esos ejercicios en Hadot, ese “cuidado de sí” en Foucault, suponen un método que tiene analogías con el cristianismo en el sentido de que implican una ascesis que mira a la vida buena, a esa eudaimonía que a veces se confunde malamente con la felicidad.

El autor nos habla en este hermoso libro del sujeto, diferenciándolo del individuo, y contemplándolo desde las perspectivas ética y moral (con una discusión sobre la relación entre éstas), política, artística o científica.

Pero hablar del sujeto y de ejercicios para vivir acaba siendo otra cosa que una filosofía que aspira a un saber no encarnado. Y, por ello, son inevitables las relaciones de este discurso con el mítico, el religioso y el psicoanalítico. Al final es citado Lacan; no podría ser de otro modo pues de deseo se habla. También la perspectiva mística es contemplada.

Desde mi modesto punto de vista, lamentablemente no sostenido por un saber filosófico básico, todo el texto gira en torno a una pregunta, ¿qué eres? íntimamente asociada a la ética ¿qué quieres? ¿qué quieres ser? ¿cuál es tu deseo?

No es fácil la respuesta, pudiendo ser tarea de toda una vida, aunque haya grandes maestros espirituales que la han obtenido pronto (pero no podemos copiar a maestros, sólo guiarnos por ellos). Indudablemente, el psicoanálisis, que, en cierto modo es una anti-filosofía porque se fija en lo que menos racional se nos muestra, puede desvelar lo importante, ese deseo. La filosofía también puede facilitar las cosas cuando es asumida como búsqueda de lo esencial, cuando uno acepta ese “sapere aude”. Y, en ese camino, los “ejercicios espirituales” pueden ser un buen apoyo.

Luis Roca tiene la valentía y honestidad de mostrar los que a él le sirven. De ellos, yo destacaría dos. Uno, vivir el presente, algo muy distinto a lo que a veces se formula de ese modo; esa vivencia estaría facilitada en el autor por una perspectiva zen incluyendo ejercicios qigong. Otro, me parece fundamental y lo abordaré con más extensión en otra entrada de este blog. Se trata de lo que él llama “visión global”, la que nos sitúa en el mundo, confiriéndonos una perspectiva adecuada y que tantas veces ignoramos.

Estamos ante un texto que es doblemente interesante. Lo es por su contenido intrínseco, en el que discute la relación entre Hadot y Foucault, sus biografías, sus acuerdos y disonancias. Pero lo es también porque estimula al lector a practicar otro de los “ejercicios espirituales” mostrados, la lectura. No es fácil leer. García Gual hablaba en una entrevista de la necesidad de una lectura “despaciosa”. El libro de Roca Jusmet es un estímulo para ir leyendo con calma a más filósofos sin caer en la tentación de un academicismo que, por las circunstancias de cada cual, puede ser inviable.

Libro reseñado:

Roca Jusmet L. (2017) Ejercicios espirituales para materialistas. El diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault. Barcelona. España. Terra Ignota Ediciones. 

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