Reseña de
Pierre Hadot, l´enseignement des antiques, l´enseignement des modernes.
París : Editions de Rue de l´Ulm, 2013
Escrito por Luis Roca Jusmet
Este es un libro muy interesante, no traducido al español, para los interesados en un filósofo que cada vez tiene más seguidores. Se trata de Pierre Hadot, que reivindica para los modernos la filosofía de los antiguos. No se trata de repetir lo que decían los antiguos, ni de entenderlos fuera de su contexto, se trata de recuperar el sentido originario de la filosofía entendida como forma de vida.
Arnold I. Davidson y Frederic Worms son los que han dirigido esta publicación, que recoge un coloquio celebrado el año 2007 a l´Ecole National Superieure por el Centro de Estudios de Filosofía francesa contemporánea.
El libro empieza con una interesante entrevista a Pierre Hadot. Arnold I. Davidson le interpela a que compare la filosofía de los antiguos con la de los modernos.
Pierre Hadot señala varios puntos clarificadores en la comparación. La primera es que la filosofía antigua señala una forma de vida en comunidad. Es decir, la pertenencia a una escuela. cada escuela plantea una forma de vida y elegir escuela es elegir, por tanto, una forma de vida. Los que se interesan por el discurso filosófico antes que por la práctica que implica son criticados como falsos filósofos. Séneca, por ejemplo, dirá que la filosofía ( amor a la vida) deviene entonces filología ( amor al discurso). En las escuelas antiguas hay siempre una vía de comunicación del maestro hacia el discípulo.
Lo anterior se va perdiendo por una doble causa. Por una parte por la aparición del cristianismo, que será una alternativa a la forma de vida filosófica en todas sus variantes). Por otra la aparición de las universidad y la sistematización del discurso filosófico. Se pierde aquí la figura del maestro en la transmisión filosófica, que se despersonaliza totalmente. Pero que se vaya perdiendo no quiere decir que desparezca, ya que se mantiene en el renacimiento con Montaigne y en el siglo XVII con Descartes( meditaciones metafísicas) y Spinoza. La aparición de la ilustración estará ligada a un proyecto emancipador de la filosofía y Kant hablará de la filosofía mundana opuesta a la académica. En el siglo XVIII Hegel representará este discurso académico universitario, frente a la rebelión de Schopenhauer. En el siglo XIX Henri Bergson recupera este sentido vital y en el siglo XX muchos pensadores ( Wittgenstein, Hursell, Heidegger, Merlau-Ponty, Sartre... entenderán la filosofía como un compromiso existencial. Pero todo ello en el marco de una filosofía entendida mayoritariamente como discurso. Y fuera de las escuelas y de esta vía directa de transmisión entre el maestro y el discípulo.
Arnold I. Davidson le pregunta cómo practicar hoy los ejercicios espirituales, inclinándose por la lectura como práctica prioritaria. Pierre Hadot le contesta con dos matices: en el primero reivindica el método científico de lectura, es decir la objetividad. Entender lo que quería decir el autor antes que nada. Critica la línea hermenéutica iniciada por Nietzsche y continuada por Gadamer, que considera que el texto es lo qu interpreta el lector. Pero Hadot considera que todos los ejercicios espirituales antiguos pueden actualizarse : desde la perspectiva desde lo alto, la búsqueda de la serenidad, la atención en el presente o el examen matutino o vespertino.
Finalmente, a instancias de Arnold I. Davidson, explica su propio proceso. Aunque tuvo una formación tomista siempre estuvo abierto a otras influencias : Bergson, los existencialistas. Posteriormente la lectura del libro de Paul Rabbow sobre los ejercicios espirituales de la filosofía antigua. También su mujer Isetraud Hadot con sus estudios sobre Séneca como director espiritual. O el mismo Wittgenstein con sus juegos del lenguaje como forma de vida.
Destaco dos artículos por su interés. El segundo artículo ( "El yo imborrable : ejercicios espirituales y filosofía moderna") está escrito por Barbara Carnevall y presenta aportaciones más originales. Hay una consideración muy interesante sobre la aparición del yo como identidad propia a partir de Montaigne y Rousseau. Ciertamente sería la parte moderna de Montaigne, ya que la parte antigua está ligada a lo que tienen en común sus ensayos con los cuadernos de notas de los antiguos. Este pequeño yo es el que desarrolla posteriormente Rousseau, que aunque se presenta a sí mismo como transformado por la verdad, esta transformación tiene algo de aparente, de teatral, de autoafirmación narcisista. Con Rousseau el yo ocupa un lugar positivo, central, asociado el amor propio y contrapuesto a la vanidad como deriva negativa. Nada que ver con la conversión de la que habla Hadot reivindicando la experiencia de los antiguos,que pasa por trascender este pequeño yo para sentirse parte del Todo. La última nota de la autora señala un último punto sugerente, que es que los cinismos podrían ser un enlace entre los antiguos y la postura escandalosa de Rousseau.