lunes, 26 de octubre de 2020

RESPUESTA DE ANA LACALLE




  Escrito por Ana Lacalle

Antes que nada, querría agradecer a Luís Roca Jusmet este breve lujo concedido de entrar en diálogo, con una servidora, sobre las cuestiones que se plantean en su ensayo “Ejercicios espirituales para materialistas. El diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault” Ed. Terra Ignota.

Sin ánimo de prolongar innecesariamente el intercambio desearía recalar en la cuestión que, a mi entender, resulta clave en su obra, a saber: si la Filosofía es o no una forma de vida. Al respecto, en sus consideraciones a mi reseña, aduce:

Respecto a mi afirmación de que la filosofía no es una forma de vida lo que quiero decir es que la filosofía es un deseo de verdad que nos lleva a una serie de prácticas de pensar, leer y escribir. Esto forma parte de nuestra vida, lo podemos considerar ejercicios espirituales en el sentido de Pierre Hadot. Pero el autoexamen, la escritura de sí, la atención son una serie de prácticas que no son en sí filosóficas. Foucault, en su último curso, habla de cuatro posibles maneras de entender al filósofo: como especialista, como profeta, como sabio o crítico. Hadot lo entiende como sabio. Foucault, y yo mismo, como crítico. Esto no quiere decir que haya un corte entre teoría y práctica, lo que quiere decir el que la lucidez filosófica te ayuda a problematizar y a abrir horizontes, pero no te dice lo que debes hacer.

Bien, puesto que parece identificarse con la posición de Foucault del filósofo como crítico, me permito recuperar en este sentido el concepto de paresia del pensador francés a partir de los últimos cursos que impartió, y cuyas lecciones están recopiladas bajo el título de “Hermenéutica del sujeto” y completadas en la edición a la que me refiero[1] con una entrevista aguda, incómoda aseveraría para Foucault, publicada en la Revista Condordia.[2] Afirma respecto del concepto de paresia que, para que sea verdaderamente tal  la presencia del que habla, la verdad de lo que dice pueda deducirse a partir de su conducta y de la forma en que realmente vive, es decir, según Foucault, que el lenguaje se corresponda con la conducta; esta promesa, o compromiso está en la base de la paresia. Si el decir la verdad, no de forma arbitraria, sino con la habilidad de decirlo tal y como puede ser entendido, debe sostener una coherencia con el tipo de vida, hasta el punto de que la verdad del sujeto, que ha ejercido un cuidado de sí y un cultivo y conocimiento propio, pueda extraerse de su hacer, su forma de comportarse, su forma de vivir. Reitero la duda de que, en última instancia, la filosofía no sea una forma de vida para Foucault.

Aún hay más, al final de la entrevista mencionada el filósofo concluye, sin dilación alguna.

“La filosofía en su vertiente crítica -y entiendo crítica en un sentido amplio- ha sido el saber que ha puesto en cuestión todos los fenómenos de dominación, cualquiera que fuese la intensidad y la forma que adoptan -política, economía, sexual, institucional, etc.-. Esta función crítica de la filosofía se deriva hasta cierto punto del imperativo socrático: ocúpate de ti mismo, es decir, fundaméntate en libertad mediante el dominio de ti mismo.”-pp.142-

Y como sabemos, por sus propias palabras el cuidado de sí, el ocuparse de uno mismo implica para el filósofo una posición distinta del cualquier otro hombre libre. Una mirada que no puede prescindir de la paresia, en tanto que esta parece devenir la aptitud de identificar los juegos de verdad que se despliegan en las relaciones y desvelarlos; siempre en la medida en que el dominio de uno mismo, más accesible al que se ha cuidado de sí con rigurosidad, posiblemente el filósofo, hacen posible el conocimiento de las reglas ocultas del juego y, por ende, a un sujeto crítico y libre que busca también el cuidado y el ocuparse de los otros.

De lo dicho, creo que Foucault entiende, implícitamente, la filosofía como forma de vida, porque su función crítica no está solo al servicio de sí, sino principalmente al des-ocultamiento de las relaciones de poder y de los juegos del lenguaje que nos previenen de los peligros del poder, y sería contradictorio que su vida se desplegara descuidando estos peligros. Cosa que no tuvo lugar en la biografía de Foucault recorriendo su periplo vital.

Así, me atrevería a decir que hay individuos que poseen una actitud vital que ejercitada deviene una aptitud filosófica, consistente en el pleno desarrollo de esa semilla inquieta y crítica que yace en su espíritu. Y, en consecuencia, que la filosofía no puede ser más que en su vertiente práctica una forma de vida, admitiendo que como humanos convivimos a menudo con la incoherencia, el deseo de liberarnos de nuestros compromisos y de romper cadenas propias, pero que constituyen paréntesis que nos permiten nutrir nuestra fortaleza en relación con lo que hemos asumido como propio, en el caso que nos ocupa, la actividad filosófica.

No querría finalizar sin dejar claro que la reflexión filosófica es dialéctica y por ello debe manifestarse como diálogo. Aceptar voluntariamente vivir en el fango implica una lucha continua con uno mismo, un repensar las cuestiones que a uno le parecen más relevantes y, por ende, establecer un puente con los otros para que, huyendo de personalismos, seamos capaces de transformar, si algo así es posible, los engranajes que dañan la vida humana y social.

Agradezco de nuevo esta conversación virtual y escrita que, por meditada, puede ser más fructífera que los debates espectáculo sobre temas de gran calado que a menudo nos ofrecen medios televisivos y redes sociales.


[1] -FOUCAULT, Michel  La hermenéutica del sujeto. ( traducción de Fernando Álvarez Uría) Madrid : Ediciones de la Piquetal, 1994 (que no es la edición utilizada por Roca Jusmet, pero sí en la reseña y en este artículo)

[2] Entrevista con Michel Foucault realizada por Aul Betancourt, Helmut Becker y Alfredo Gomez-Muller el 20 de enero de 1984. Publicada en la Revista Concordia nº6, 1984, pp. 99-116.

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