Escrito por Luis Roca Jusmet
A finales de los años 70 tuve como profesor a
Miguel Morey, inspirador profesor de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la educación
de la Universidad de Barcelona. Me estimuló a la lectura de Michel Foucault: el
de la arqueología del saber y la genealogía del saber, que acababa de publicar
el primer volumen de su Historia de la sexualidad (“La voluntad de saber”).
Después de
licenciarme me dediqué a preparara las oposiciones para profesor de filosofía
de enseñanza secundaria y las aprobé. Durante un tiempo me dediqué a la
didáctica de la filosofía y a los contenidos que quería transmitir a mis
alumnos, entonces de BUP y de COU. Una
vez situado el tema lo combiné con investigaciones informales. Por una parte,
sobre la relación entre budismo zen y filosofía, relacionado con la sabiduría
china y la obra de François Jullien. También con las teorías políticas de
Cornelius Castoriadis, Claude Lefort y Jacques Rancière. Colaboré al mismo
tiempo con la revista El Viejo Topo. Leí a fondo a Slavoj Zizek. Sobre todo
esto publiqué diversos artículos en revista y libros.
Posteriormente estuve
trabajando tres años como profesor asociado en el Departamento de Filosofía de
la Facultad de Filosofía y me dediqué a profundizar sobre la materia que daba, “Filosofía
de la cultura”.
Mi primer libro fue “redes
y a obstáculos”, una investigación sobre el tema del imaginario que recogía el
encuentro entre filosofía y psicoanálisis.
En el año 2010
descubrí en una librería un libro que me llamó la atención: “La Filosofía como
forma de vida”. A su autor, Pierre Hadot, no le conocía. Era una entrevista en
la que este explicaba su trayectoria biográfica y filosófica y cómo había
llegado a entender la filosofía como un ejercicio espiritual. Devoré el libro y
a partir de aquí fui leyendo sistemáticamente toda la obra de Pierre Hadot, que
me pareció extraordinariamente interesante. Al mismo tiempo me llamó l atención
las referencia a Michel Foucault, ya que me parecía que eran dos trayectorias
paralelas que no tenían nada en común. Esto me llevó a la lectura de las
publicaciones de lo que se llamó “el último Foucault”. Entrevistas, artículos,
transcripciones de los últimos cursos que dio en el Collège de France y los
volúmenes segundo y tercero (“El uso de los placeres” y “la inquietud de sí” de
su “historia de la sexualidad”. Pero lo que hice fue profundizar en el curso que
dio los primeros meses de 1982: “La hermenéutica del sujeto”. Todo este trabajo lo plasmé en una serie de
artículos sobre el encuentro entre Pierre Hadot y Michel Foucault, del que
había poca cosa escrita.
A raíz de estos
artículos me di cuenta de que el tema despertaba muchos interés y muchos lectores
de los artículos me preguntaban sobre algún libro que tratara el tema. Pude
comprobar entonces que este libro no existía. Entonces decidí ponerme en marcha
para escribirlo. Me interesaba tender un puente entre ambos, partiendo de la
distancia de sus trayectorias y planteamientos, en esta apuesta ética por la
filosofía como proyecto de transformación interna en una sociedad nihilista cuyas únicas salidas parecen la vuelta a fundamentalismos de todo tipo o la neoliberal de gestionar la propia vida como si fuera una empresa.
El título quería resaltar un doble carácter paradójico. Por una parte el de proponer unos ejercicios espirituales para no creyentes. Materialista en la línea de la propuesta de Louis Althusser de un materialismo aleatorio o del encuentro. Por otra parte la posibilidad de un debate entre Pierre Hadot y Michel Foucault que se malogró por la muerte prematura de este.
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