domingo, 5 de abril de 2020

Reseña en DORSAL. Revista de estudios foucaultianos nº 4

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Ejercicios espirituales para materialistas: El diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault. 

Luis Roca Jusmet. 
Barcelona, Terra Ignota Ediciones, 2017. 


 Escrito por Sergio Adrián Palacio Tamayo

 El libro Ejercicios espirituales para materialistas: El dialogo (im) posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault, del profesor Luis Roca Jusmet, está estructurado en cuatro capítulos y un epílogo crítico sobre la posibilidad actual de una filosofía como forma de vida. El primer capítulo contiene una introducción general a las biografías de Pierre Hadot y Michel Foucault. En los dos capítulos siguientes se exponen por separado la filosofía como forma de vida (Hadot) y la filosofía como cuidado de sí (Foucault). El cuarto capítulo imagina un diálogo (im) posible entre Pierre Hadot y Foucault. Estudia la crítica que hace Hadot, tanto a la metodología de abordaje de los textos antiguos como al concepto de estética de la existencia de Foucault, y explicita elementos de política y estética en los dos autores. Tanto en este capítulo con en los dedicados a los dos autores se centra en los conceptos Ejercicio espiritual y Tecnologías del yo, pero alude a ellos desde un modo descriptivo. Al final tiende más hacia Foucault por ser su una filosofía que analiza la verdad para entender los regímenes humanos y a la vez, es ontología del presente. Sin embargo, su verdadera discusión es rechazar una filosofía como forma de vida o algún tipo de estética de la existencia desde un carácter materialista que se resalta en el título. Esto da a entender que pese a no concebir un aspecto estético, religioso o trascendente a la práctica de la filosofía si da consentimiento para admitir que tanto los ejercicios espirituales como las tecnologías del yo son motores que sirven al sujeto a para desarrollar su pensamiento lo que daría cierto interés a la vida. El profesor Roca reconoce que el ejercicio espiritual es justificado por Hadot en la medida que responde a una integración de tres tipos de ejercicios que han sido definidos antes por otros historiadores: ejercicios de meditación, ejercicios intelectuales y ejercicios morales o éticos. El concepto ejercicio espiritual los reúne en su dispersión y asegura un espectro más amplio para comprender los textos antiguos. Principalmente porque Hadot centra su argumento en el hecho de que el ejercicio equivale a un cambio de visión de mundo y a una metamorfosis a conquistar gracias a la fuerza de la practica disciplinada exigida por las escuelas filosóficas antiguas. Los ejercicios guían al sujeto hacia un espacio interior que contribuye a que el yo adquiera la capacidad de asimilar la distancia suficiente ante el mundo para vislumbrar su pertenecía a un Todo, lo que inevitablemente señala un grado de misticismo. Por otro lado, Roca reconoce que la apuesta de Foucault es tremendamente opuesta a la de Hadot aunque compartan un interés por el tema de la filosofía antigua. Para Foucault los textos antiguos son fuentes para comprender la genealogía de las técnicas del cuidado de sí, vistas como prácticas que transforman el yo (Tecnologías del yo) y se vinculan a la relación maestro y alumno, en el sentido filosófico antiguo. La fuerza del argumento descansa en que esa filosofía se dispone como un arte que se ocupa de los argumentos comprometidos con la verdad. En ello el sujeto confronta, bajo la coherencia intelectual de una escuela filosófica que le guía, la tiranía de los sistemas de poder propios de la convención y la costumbre. Bajo esa actitud podrá cuidar de sí, de su pensamiento y formará una comunidad de seres que se disponen a hacerse cargo de la ciudad, los otros, de sí mismos. Así, las tecnologías del yo se dirigen a provocar la aparición de verdades ante sí mismo que de otra manera no surgirían. El interrogatorio judicial, la anamnesis psiquiátrica, la confesión cristiana son tecnologías del yo que obligan al sujeto a descubrir para sí mismo y ante otros, una verdad que al ser develada provoca un cambio actitud ante sí mismo. Serán tecnologías que revelan al yo la realidad de sectores del mundo y de sí mismo que se asumen como garantes de verdad, de conocimiento espiritual. Así mismo, cuando el filósofo francés alude a las tecnologías del yo está indicando que las transformaciones que se dan en el sujeto siempre tienen amarras terrenales que le evitan ascender a ese misticismo que propone Hadot. Por tanto, mientras esté ultimo nota una verdad trascendente en la filosófica como forma de vida, Foucault precisa que el cuidado de sí, fue en principio un precepto reducido a unas elites capaces de sostener acciones de ocio encaminadas a la espiritualidad. Esa mirada elitista, restringida y acorde a un grupo de gente capaz de destinar su vida a estas prácticas, involucraba disfrutar una condición especial que sostuviera esta elección y al no tenerla, las condiciones para acceder al grupo dependían de las relaciones de amistad. Más tarde, estás prácticas del cuidado de sí, se diversificaron con la asimilación de la filosofía antigua en el cristianismo lo que significó una apertura para el sujeto que pudo buscar en sí mismo la verdad y con esto asimilar la vida bajo el criterio de verla como una estética del cuidado de sí. En definitiva, es necesario tener claro que tanto Hadot y como Foucault, estudian esta forma de vida filosófica o la estética de la existencia, con la intención de confrontarlas con la actualidad ética. Sin embargo,conservan un esfuerzo metodológico para observar la filosofía antigua en su contexto histórico. Finalmente, luego de discutir a los dos autores, en el Epílogo del libro, el catedrático Luis Roca Jusmet formula un no rotundo para una filosofía como forma de vida (Hadot) o la estética de existencia (Foucault). Es necesario ver que más allá de la propuesta materialista de Roca, en cuanto a no aspirar una filosofía que transforme la vida, queda abierta la interpretación de por qué esforzarse por una lectura atenta de los dos autores a los que dedica el libro, cuando al final su orientación llama a los que no siguen una religión, no creen en ningún Dios ni asumen la inmortalidad del alma o dudan de su existencia. La respuesta es porque pese al materialismo expreso existe intención por el trabajo interior lo que revindica al considerar que prácticas como la lectura, la escritura, el examen de conciencia, vivir el presente y la visión global son importantes estrategias para dar lucidez al pensamiento filosófico lo que convierte la vida en algo interesante y no en una forma de vida. Sin embargo, es necesario explicar qué entienden Hadot y Foucault con esto. Consideran que la filosofía antigua está al servicio de los seres humanos y destinada a satisfacer necesidades profundas de entendimiento de las perplejidades que la vida propone a cada uno. Radica además en entender que las escuelas filosóficas helenísticas conciben un filósofo capaz de curar como médico compasivo las vicisitudes abundantes del sufrimiento humano: el temor a la muerte, el amor, la sexualidad, la cólera, la agresión, las pasiones. Al preocuparse por el estado de los deseos y el pensamiento de los discípulos de cada escuela se ven directamente involucrados en el estudio de la psicología humana. Comprometen en este acercamiento la apertura a conocer los aspectos intangibles del alma, pero manifestados en una red de emociones, pasiones, ideas que se reconducen por medios de estrategias hacia el propio sujeto con el fin de obtener autoconocimiento. Estas estrategias interactivas, pedagógicas, retóricas, literarias, morales, son los ejercicios espirituales (Hadot) o las técnicas de sí (Foucault). Además, ambos autores ponen su atención sobre la situación inestable que se daba en el período que comprende el helenismo. Esa vida humana que se intenta comprender responde a la distancia de los dioses, la inestabilidad política tras la muerte de Alejandro Magno, la alteración de la vida en los grandes centros de pensamiento del imperio, el surgimiento del cristianismo y una profunda crítica social. Estas escuelas helenísticas comparten una elevada preocupación por la vida de los apegos, la perdida y el sufrimiento humano. En ese orden de ideas, las escuelas filosóficas antiguas ofrecerán un lugar con las condiciones necesarias para la buena vida de los seres humanos a los que la sociedad en decadencia hace sufrir. De ese modo comprendemos que sí Aristóteles le asigna a la política la labor de brindar a la gente las condiciones para prosperar y llevar una vida feliz, los estoicos, cínicos y epicúreos, se comprometen a un valor intrínseco con la acción política que les hace indiferentes ante las situaciones mundanas, enfocados en buscar la vida feliz y la realización plena de la humanidad exigiendo el cambio interior. Ven que la transformación es posible cuando el deseo y el pensamiento, habitualmente estructurado dentro de la sociedad, se ve confrontado por nuevas formas de ruptura. Sus terapias filosóficas describen y dan forma a la educación como forma ideal de comunidad. Con su actitud de oponerse, mostrar y denunciar las estructuras que deforman la actitud filosófica como forma de vida o estética de la existencia, emprenden una nueva representación del filósofo que estaría más conectado con verdades trascendentes. Con lo anterior Roca concluye que la interpretación de la filosofía antigua que hace Foucault es más sostenible para comprender la ética del presente en comparación con la propuesta de Hadot. Según el catedrático, Hadot no hace más que una idealización de aquel pensamiento, que es leído con visión mística y melancólica, lo que puede ser discutible en cierto grado. Si bien es innegable que Hadot idealiza la práctica de una filosofía como forma de vida también es innegable que la fortaleza de su estudio subyace en un método filológico que se esfuerza, no sólo por recomponer el texto en su historicidad, sino por una hermenéutica que responde ante la reconstrucción del proceder filosófico en la antigüedad, respetando los límites de cada escuela filosófica. Los textos antiguos son la fuente para trazar una línea de espiritualidad filosófica que deviene desde la antigüedad como una forma de vida.
Precisamente este es el hilo que sigue el filósofo francés para salir del laberintico mundo en el que se sumió el estudio de este tipo de textos antiguos. A menudo deja claro las particularidades de estudiar la aparente incoherencia de ciertos filósofos antiguos y se detiene en mostrar que en realidad en aquella filosofía no se buscaba una teorización filosófica sino una guía espiritual para formar el espíritu e indicar modos de vivir que se iban perfeccionado siguiendo ejercicios espirituales dispuestos por cada una de las escuelas. Por ello, tanto el contenido emocional/afectivo y el contenido conceptual de cada ejercicio es diferente. Los estoicos se someten al destino: a lo que está o no está en sus manos para paliar su fuerza. Los epicúreos buscan serenidad y desapego por lo que siendo hedonistas precisan que el placer es responder a un límite natural que abastece al hombre hasta lo suficiente y cualquier desborde ante esto causa dolor. La concentración mental y la renuncia al mundo sensible es la orientación elegida por los platónicos. Todas las escuelas nombradas, incluyendo a otras como la Secta del perro (Cinismo), recurren no sólo a ejercicios espirituales  propios sino a recursos comunes de oratoria, retórica, dialéctica, control del lenguaje interior, meditación, concentración mental que son la base de sus propuestas pedagógicas forjadas para realizar y mejorar al filósofo que elige esa forma de vida. En ese orden Hadot en sus textos más tempranos, precisamente en su artículo de 1981 Exercices spirituels et philosophie Antique, recaba en estos ejercicios de las escuelas filosóficas antiguas que se orientan a cuatro objetivos: aprender a vivir, aprender a dialogar, aprender a leer y aprender a morir. Hadot está indicando la profesionalización de la práctica espiritual donde el ejercitante a igual que un deportista de alta competencia ya ha alcanzado logros significativos en su quehacer. Ha generado hábitos capaces de hacer creer que el ejercicio contiene una facilidad que cualquiera podría replicar con simple disposición. Comprendemos que el principio básico de los ejercicios, al cual se dirige al estudiante y donde él está siendo iniciado, necesita un comienzo con cosas sencillas de meditar lo que va creando un implante paulatino del hábito de ejercitarse siguiendo los preceptos de la escuela que le está recibiendo. Por ello cuando Hadot propone estos cuatro objetivos se refiere ya a un carácter asimilado de los ejercicios dispuestos para saber vivir, escuchar, leer y morir. Estos últimos son entendidos por Roca en términos modernos, pero en realidad Hadot los ubica como eran en la antigüedad. Un ejemplo de ello es el caso de Meditaciones de Marco Aurelio interpretado por Hadot. La filosofía propuesta en este texto que no es un diario sino fundamentalmente una guía espiritual y, por tanto, en él se frecuenta un “dogma” o mejor, los postulados del estoicismo que podían ser leídos, escritos o recitados (leer, escuchar y recitar son tres ejercicios espirituales). Todo ello con el fin de transformar el alma del discípulo. Esa guía filosófica, además de llevar períodos largos de estudio y de reflexión, siempre tendía a retornar de manera constante a unos dogmas fundamentales, escritos en frases breves. Son sentencias que están a la mano para que el practicante pueda acceder a ellas y practicar constantemente sus ejercicios. Con ese alcance, el texto filosófico de Marco Aurelio es una metodología para llevar a cabo diversos ejercicios espirituales de la escuela estoica y serían un modelo para comprender la manera de proceder en las distintas escuelas filosóficas antiguas que, pese a no ser similares a la estoica, si presentan ejercicios parecidos donde ratifican la intención de memorización de dogmas con el fin de aplicarlos en cualquier momento de la vida. 

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